jueves, 13 de noviembre de 2014

EL BARRIO ES EL BARRIO…

 Por Susana Rubio

El barrio es el barrio
 Convengamos que las cosas que pasan en el centro, no suceden de igual manera en los  barrios.  No es lo mismo que encontremos uno o dos camiones , en plena calle Chiclana, con obreros intentando hacernos ver que acomodan una Bahía agujereada, que pierde agua por todos lados, que observar, en vivo y en directo, el escandaloso despliegue  de trabajadores, camiones y toda la parafernalia que conlleva, en un barrio, el Ecocanje.

Y paso a relatar.
La tarde se presentaba entre nublada y aclarando, pero en un barrio de los nuestros, todavía podemos  salir a la vereda, sobre todo si la temperatura, a pesar de la época, nos acompaña.

Y el barrio de Tiro Federal no establece excepciones a ninguna regla, y menos a ésta.
 Además era sábado, y  el murmullo constante de gente que parecía ir y venir, más los sonidos y voces  de camiones y camioneros, que no respetaban la sagrada hora de la siesta, apuraba el encuentro vecinal de todos los días.

Doña Amalia se asomó a la puerta y saludó: “Buenas tardes, doña Rosa, ¿qué bochinche, no?”
Doña Rosa (sacudiendo la cabeza resignada): “Anoche me lo veía venir. Cuando mi marido sacó la basura, vio gente que no era del barrio, como acomodando un lugar  enfrente”.

A esta altura del relato, cabe la aclaración de que  esta buena gente vive frente al Parque Independencia.

Doña Rosa:” ¿Y su “amiga” no sabe nada? ¡Qué raro, ella que siempre está enterada de todo!”  
Doña Amalia: “¡no me lo diga así!  Usted sabe que yo me trato con todos los vecinos, porque uno nunca sabe cuándo puede necesitarlos…, bah, o que lo necesiten a uno.”
Doña Rosa: “bueno, hablando de Roma…”

Se acerca doña Viviana, cruzando desde el parque. Dicho sea de paso, nombre extraño para una dama de su edad, pero dicen que fue un antojo del padre, que andaba con una de esas mujeres que rompen los hogares y se van.

 Doña Viviana: “¡Hola, chicas! Hoy salí tempranito hasta la Cooperativa, no vaya a ser que se venga la primavera en serio y haga un calor…Vieron que atiende de corrido.”

Doña Rosa (casi al oído de Doña Amalia): “¡A mí que no me diga, salió a chusmear!”                        (Mientras la otra la codea  para que se calle)

Se saludan como si no se hubieran visto en mucho tiempo. Otra cosa que no entiendo de las vecinas, especialmente: ese saludo, que incluye tomarse de los hombros o de las manos, y sacudir la “trompa” hacia los lados de la cara del otro, pero sin tocarla, ¿a quién va dirigido, al aire?

Doña Viviana ( que se sale de la vaina” por  contar lo que sabe): “¿Vieron? Van a hacer esa cosa de cambiar basura por tierra para las plantas. A mí me lo dijo  el otro día un amigo de la Municipalidad. ¡Al fin se acordaron del barrio!”

Doña Rosa (murmurando):” ¡Siempre tiene un amigo, ésta!” (Recibiendo otro codazo de doña Amalia)

Una  pareja muy mayor, cruza desde  “el lugar del hecho”, cada uno apoyado en su bastón reluciente. (Los bastones de la gente mayor siempre se ven relucientes). Parecen discutir, lo que provoca el inmediato silencio de las vecinas.

Viejita (enojada): “¡Dijiste que me sacabas a pasear! ¡Qué había  una cosa para ver en el parque!”
Viejito (mirando de reojo al imprevisto público): “y bueno, acá estamos, era esto.”
Viejita (más alto todavía, adivinando el apoyo tácito de las oyentes): “¿Esto? ¡Linda cosa me trajiste a ver! ¡Me trajiste a ver como amontonan la basura! ¡Para esto me perdí la siesta!”

Y se alejan lentamente, mientras siguen discutiendo. Me hacen acordar a los signos de interrogación, él con la cabeza gacha y ella, altiva, dueña de la razón, con la cabeza y la voz en alto (¿?)

Doña Rosa (con los brazos en jarra, desafiante): “¡éstos lo único que van a hacer es dejarnos toda la basura que traen los del centro, total los “ d'enfrente", no dicen nada! ¡Pero ya me van a oír, lo voy a mandar a mi marido a buscar a la radio y la tele, para  vean cómo nos tratan!”
Doña Amalia (tratando de calmarla): “¡No, pero no se ponga así! Yo escuché que  se llevan todo, porque lo “rescatan” y arman otras cosas. En otros barrios lo hicieron”.
Doña Viviana (orgullosa  de sus conocimientos del tema): “a mí me dijo mi amigo que lo “reciclan”, que hacen libros y otras cosas con la basura y ayudan a los pobres”.
Doña Rosa:” ¡Qué pobres ni pobres! ¡Qué vayan a trabajar mejor, como decía el finado mi padre, que en paz descanse! Mejor me voy adentro, porque yo me conozco… ¡soy capaz de  cualquier cosa cuando veo una injusticia!!” (Saluda y  entra a su casa)

Las otras dos se miran y doña Viviana suelta una carcajada.

Doña Amalia: “¿Y ahora de que se ríe?”
Doña Viviana: “¡Claro! ¿Cómo no se va a meter adentro  si ya se enteró de lo que pasaba gracias a nosotras? Ahora seguro la llama a la cuñada, para darse “corte” con lo que sabe. ¡Si la conoceré!”

Y se alejó, riéndose bajito, no sea que la vecina en cuestión la escuchara.

 El Ecocanje, que de eso se trataba, indiferente a los amores y odios barriales que despertaba, siguió hasta bien entrada la tarde. Ajeno a los pronósticos de doña Rosa, no dejó” la basura del centro”, frente a su casa. Retiró, acomodó y se fue, camiones y trabajadores incluidos.

El Parque Independencia recobró su calma habitual, pero, en honor a la verdad, hasta las palmeras, acariciadas por la brisa de la Bahía, sonreían al recordar los exagerados sufrimientos de nuestras pintorescas vecinas.

¡GRACIAS, ROBERTO ARLT!

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