Por
Susana Rubio
![]() |
El barrio es el barrio |
Convengamos
que las cosas que pasan en el centro, no suceden de igual manera en los barrios. No es lo mismo que encontremos uno o dos
camiones , en plena calle Chiclana, con obreros intentando hacernos ver que
acomodan una Bahía agujereada, que pierde agua por todos lados, que observar,
en vivo y en directo, el escandaloso despliegue
de trabajadores, camiones y toda la parafernalia que conlleva, en un
barrio, el Ecocanje.
Y paso
a relatar.
La
tarde se presentaba entre nublada y aclarando, pero en un barrio de los
nuestros, todavía podemos salir a la
vereda, sobre todo si la temperatura, a pesar de la época, nos acompaña.
Y el
barrio de Tiro Federal no establece excepciones a ninguna regla, y menos a
ésta.
Además era sábado, y el murmullo constante de gente que parecía ir
y venir, más los sonidos y voces de
camiones y camioneros, que no respetaban la sagrada hora de la siesta, apuraba
el encuentro vecinal de todos los días.
Doña Amalia se asomó a la puerta y saludó: “Buenas tardes, doña Rosa, ¿qué bochinche, no?”
Doña Rosa (sacudiendo la cabeza resignada): “Anoche me lo veía venir. Cuando mi marido
sacó la basura, vio gente que no era del barrio, como acomodando un lugar enfrente”.
A esta
altura del relato, cabe la aclaración de que
esta buena gente vive frente al Parque Independencia.
Doña Rosa:” ¿Y su “amiga” no sabe nada? ¡Qué raro, ella que siempre está enterada de
todo!”
Doña Amalia: “¡no
me lo diga así! Usted sabe que yo me
trato con todos los vecinos, porque uno nunca sabe cuándo puede necesitarlos…,
bah, o que lo necesiten a uno.”
Doña Rosa:
“bueno, hablando de Roma…”
Se
acerca doña Viviana, cruzando desde el parque. Dicho sea de paso, nombre
extraño para una dama de su edad, pero dicen que fue un antojo del padre, que
andaba con una de esas mujeres que rompen los hogares y se van.
Doña Viviana: “¡Hola, chicas!
Hoy salí tempranito hasta la Cooperativa, no vaya a ser que se venga la
primavera en serio y haga un calor…Vieron que atiende de corrido.”
Doña Rosa (casi al oído de Doña Amalia): “¡A mí que no me diga, salió a chusmear!” (Mientras la otra
la codea para que se calle)
Se
saludan como si no se hubieran visto en mucho tiempo. Otra cosa que no entiendo
de las vecinas, especialmente: ese saludo, que incluye tomarse de los hombros o
de las manos, y sacudir la “trompa” hacia los lados de la cara del otro, pero
sin tocarla, ¿a quién va dirigido, al aire?
Doña Viviana ( que se sale de la vaina” por contar lo que sabe): “¿Vieron? Van a hacer esa cosa de cambiar basura por tierra para las
plantas. A mí me lo dijo el otro día un
amigo de la Municipalidad. ¡Al fin se acordaron del barrio!”
Doña Rosa (murmurando):” ¡Siempre tiene un amigo, ésta!” (Recibiendo otro codazo de doña
Amalia)
Una pareja muy mayor, cruza desde “el lugar del hecho”, cada uno apoyado en su
bastón reluciente. (Los bastones de la gente mayor siempre se ven relucientes).
Parecen discutir, lo que provoca el inmediato silencio de las vecinas.
Viejita (enojada): “¡Dijiste que me sacabas a pasear! ¡Qué había una cosa para ver en el parque!”
Viejito (mirando de reojo al imprevisto
público): “y bueno, acá estamos, era esto.”
Viejita (más alto todavía, adivinando el apoyo
tácito de las oyentes): “¿Esto? ¡Linda
cosa me trajiste a ver! ¡Me trajiste a ver como amontonan la basura! ¡Para esto
me perdí la siesta!”
Y se
alejan lentamente, mientras siguen discutiendo. Me hacen acordar a los signos
de interrogación, él con la cabeza gacha y ella, altiva, dueña de la razón, con
la cabeza y la voz en alto (¿?)
Doña Rosa (con los brazos en jarra,
desafiante): “¡éstos lo único que van a
hacer es dejarnos toda la basura que traen los del centro, total los “
d'enfrente", no dicen nada! ¡Pero ya me van a oír, lo voy a mandar a mi
marido a buscar a la radio y la tele, para
vean cómo nos tratan!”
Doña Amalia (tratando de calmarla): “¡No, pero no se ponga así! Yo escuché
que se llevan todo, porque lo “rescatan”
y arman otras cosas. En otros barrios lo hicieron”.
Doña Viviana (orgullosa de sus conocimientos del tema): “a mí me dijo mi amigo que lo “reciclan”, que
hacen libros y otras cosas con la basura y ayudan a los pobres”.
Doña Rosa:” ¡Qué
pobres ni pobres! ¡Qué vayan a trabajar mejor, como decía el finado mi padre,
que en paz descanse! Mejor me voy
adentro, porque yo me conozco… ¡soy capaz de
cualquier cosa cuando veo una injusticia!!” (Saluda y entra a su casa)
Las
otras dos se miran y doña Viviana suelta una carcajada.
Doña Amalia: “¿Y
ahora de que se ríe?”
Doña Viviana:
“¡Claro! ¿Cómo no se va a meter adentro
si ya se enteró de lo que pasaba gracias a nosotras? Ahora seguro la
llama a la cuñada, para darse “corte” con lo que sabe. ¡Si la conoceré!”
Y se
alejó, riéndose bajito, no sea que la vecina en cuestión la escuchara.
El Ecocanje, que de eso se trataba,
indiferente a los amores y odios barriales que despertaba, siguió hasta bien
entrada la tarde. Ajeno a los pronósticos de doña Rosa, no dejó” la basura del
centro”, frente a su casa. Retiró, acomodó y se fue, camiones y trabajadores
incluidos.
El Parque Independencia recobró su
calma habitual, pero, en honor a la verdad, hasta las palmeras, acariciadas por
la brisa de la Bahía, sonreían al recordar los exagerados sufrimientos de
nuestras pintorescas vecinas.
¡GRACIAS, ROBERTO ARLT!
¡GRACIAS, ROBERTO ARLT!
No hay comentarios:
Publicar un comentario